Sonntag, 23. Dezember 2012

EL DIABLO

Por: Maurilio Mejía Moreno

La mañana del 13 de julio de 1994, doña Claudia, de paso a su casa, someramente me enseñó una rara figura pintada en una roca que hay en un sector roqueño entre Angel Cruz y Yanahueco. Ella dijo que era el retrato de un diablo. La indicación me sorprendió sobremanera, despertando, al mismo tiempo, mi interés de volver a observar mejor en otra fecha.

En consecuencia, el 28 de febrero de 1995, al hacer el segundo viaje a la lejana cumbre de Mulluhuanca, a las doce del día estuve de nuevo en aquel lugar para decir que, en verdad, la figura tan extraña está grabada en una roca ubicada a tres metros de la parte superior izquierda del camino de herradura de Aija a Huarmey, que serpentea por la falda occidental de la inmensa montaña rocosa de Pirurupunta, a tres cuartos de hora de viaje pedestre desde la ciudad de Aija, a 3,140 m.s.n.m., y aproximadamente, a 400 metros de altura del precipitadero del lecho profundo y estrecho del río Aija, en la hondonada de Boleo Ruri.

La roca tiene una cara plana e inclinada hacia el camino y mide 1.50 de largo por 1.20 de ancho. En esta parte plana y blanquizca, naturalmente protegida de la lluvia, está pintada la figura de un hombre a caballo. Claramente se ve la cabeza de un caballo, alto y flaco, que mira hacia el norte, con cuello alargado que en su parte superior sólo presenta las negras crines y la parte inferior del mismo es propiamente blanca igual que el resto de todo el cuerpo; las orejas apenas se distinguen por chicas, siendo la oreja derecha algo más visible por erecta; en la cabeza, además sólo se observa los ollares negros o casi oscuros; las patas delanteras solamente se ven negras y delgadas; en cambio, las patas traseras, igual que la cola, no aparecen a la vista.

Este misterioso caballo lleva sobre el lomo a un extraordinario hombre con cabeza de un gallo con negra cresta perfectamente delimitada y con el cuello alargado de color negro. El hombre lleva una capa negra, grande, puesta del hombro para abajo lo que da la apariencia del cuerpo completo del hombre que parece ser un jinete que tiene la pierna izquierda con el pie encajado en el estribo pendiente de la acción; el pecho del diabólico y aparente jinete es blanquecino por ser el mismo color del resto de la peña sin pintura.

He aquí el misterioso retrato del diablo pintado en una roca de la fragosa montaña de Pirurupunta por cuyos precipicios pasa el viejo camino a Huarmey, y, a donde, aquel dichoso día, dos bellas damas se presentaron, y cuando les pregunté:

– ¿Qué figura es esta? - la más joven de las pasajeras me contestó:
¡Es la del diablo! - y luego se fue con la sonrisa a flor de labios.

(De “Estampas y Cuentos de mi Tierra”, tomo III, Aija - 1999)