Donnerstag, 20. September 2012

LA MERCED


Por: Maurilio Mejía Moreno

Vista parcial del pueblo La Merced, 
     En Ancash laregión que queda en la parte occidental de la Cordillera Negra, mirando hacia el mar, se llama “Vertientes” porque todos los ríos de esta zona vierten sus aguas al Pacífico.

     Si observamos con detenimiento la orografía de “Vertientes” vemos que es muy accidentada. Presenta numerosos cerros elevados, pequeños y silenciosos valles, estrechas quebradas y ríspidas laderas en donde se encuentran suspendidas muchas de las ciudades vertientinas de Ancash, siendo una de ellas, la más importante, la ciudad de Aija, capital de la provincia del mismo nombre.

     La provincia de Aija, situada a 3,470 metros sobre el nivel del mar, se compone de ocho distritos que muchos de ellos se hallan ubicados en la garganta de algún cerro y muy pocos en valles estre-chos y en las orillas de los ríos tributarios del Huarmey. La mayoría de ellos queda lejos de la ciudad de Aija y casi todos, a excepción de La Merced, pertenecen a la región denominada “Pueblo Bajo” llamado así, por los aijinos, a la zona que queda entre los contra-fuertes de la cabecera del valle huarmeyano.

     El único distrito que tiene el privilegio de ser vecino de la capital aijina, y que está sólo a una legua de distancia de ésta, es LA MERCED, el más extenso y el más poblado de todos los distritos de la “bella provincia de Aija”.

     LA MERCED, con 1866 almas, según el censo de 1940, situado hacia el norte de la ciudad de Aija, a 3290 metros sobre el nivel del mar, es un distrito que apenas cuenta con veinte años de vida distrital; se encuentra hundido en las profundidades del hermoso y amplio valle del mismo nombre y en el mismo corazón de la Cordillera Negra, circundado por numerosos cerros regularmente elevados, verdinegros y enlazados en forma de herradura, tales como:  Marcacunca y Runtupunta al oeste; Tzururu y Pariawaraké al norte; Cuncush y Torrepunta al este y que lo separan de Huaraz y Recuay, respectivamente; y la colina de Cuírap al sur, que lo separa de Aija; y en el centro, en una hondonada, al pie del morrito de Tzacuatzin, a las orillas del río Pescado –originario de Huarmey– partido en dos bandas por el río Ashcu y custodiado por la colina de Pallipunta, coloréanse los tejados del distrito la Merced, distrito en pleno amanecer de progreso, al conjuro de su cielo eternamente puro y bajo la égida de sus cerros que se levantan mirando indesmaya-blemente la mesa azul y que desafiando la eternidad de los siglos, custodian a mi distrito cual inmóviles y eternos centinelas.

     Fue creado por Ley N° 8,188 de 5 de Marzo de 1936 e inaugurado el 24 de Octubre del mismo año. Desde entonces a la fecha, este pueblo entusiasta y trabajador, hermoso y viril, ha forjado su propio destino y así sigue y seguirá amasando su progreso con su sudor y su sangre, con la esperanza de verse coronado con los laureles de superación y de triunfo y colocado al nivel de los que le preceden en el camino de la prosperidad material y moral. Pues si ahora exhibe orgulloso lo que tiene, es debido exclusivamente al esfuerzo personal de sus hijos activos que, a golpe de picos, barrenos y palanas, de arados y azadones, han moldeado su porvenir.

     Este pueblo vertientino de Ancash, pueblo fuerte, bizarro y progresista, que mucho confía en la unión, armonía, comprensión, esfuerzo y trabajo, pensamiento y accción de sus hijos, es muy dig-no de saludo, respeto y aplauso, hoy día 25 de setiembre porque para él es el Día Central en que se celebra su fiesta patronal, desde el día 23 en la noche hasta el 5 de octubre entrante, entregándose con alma y corazón a rendir homenaje y culto, con devoción y fe cristianas, a su bella e inmaculada Virgen de las Mercedes, su divina Patrona que es también Patrona de las Armas del Perú.

     Por eso, ¡Oh, pueblo de La Merced, pueblo querido!, desde esta lejanía, donde tu recuerdo me asalta la memoria, te saludo muy emocionado, anhelando ir a gozar de tus aires, de tu sol, de tu luna y tus estrellas, de tus montañas y tus praderas, las indecibles bondades y bellezas, las ternuras y caricias, de tus fuentes y tus ríos, los dulces murmullos; de tus avecillas, los eufónicos trinos; y de tus campos y tus flores, la eterna primavera. Te saludo, pueblo bendito, cual hijo ausente, a su madre, queriendo llegar a verte relucir sonriente en tu fiesta patronal deseando ir a confundirme con mis paisanos que ebrios de alegría, deléitanse al son retumbante de la gran Banda de Músicos “Luz de las Mercedes”; ansiando ir a ver a tus incansables danzantes que pletóricos de alegría taconean en tu plaza, en tus calles, puentes y caminos. ¡Quisiera ir a verte!

     Más como todo me es difícil, quédome en esta ciudad de Trujillo pronunciando tu nombre y aleteando entre las nubes de tus recuerdos, sin poder ir a verte. ¡Oh, pueblo amado!, hasta que la Virgen de las Mercedes, que guía mis pasos permitan mi feliz regreso.

(Tomado de “Estampas y Cuentos de mi Tierra”, Tomo I, 1986, Aija-Peru)